Mientras caminas por las calles de la ciudad del Cusco,
alrededor del mercado central, personas como tú y yo, viendo progresar a cusqueños que con pequeñas
bancas y costalitos viejos se ganan el pan de cada día, señoras que vienen
desde lejos, caminando horas, trayendo productos naturales para el consumo, que
con una sonrisa y voz amable te ofrecen
su producto.
Y en medio del bullicio de las personas de repente se
escucha ‘‘una rebajita casera, tan
poquito, y su aumento’’ y ellas amablemente jamás se negaran, muchos se
aprovechan de ese buen corazón, la
osadía de algunas personas en pedir una rebaja, sin saber todo el esfuerzo que hicieron para que esos
productos llegaran a la ciudad.
La inconsciencia de algunas personas que no valorar el
esfuerzo de los prójimos, que por necesidad de alimentar a sus familias y educar a sus hijos, hacen lo impensable, y
tienen la intrepidez de deshonrar su producto.
Cuándo van a un
centro comercial, los productos te los
venden a costos altos, donde simplemente te ofrecen lo mismo que las vendedoras
de las calles, con la única diferencia que estos van con envolturas simpáticas o quizá
sea de una producción no natural; es ahí donde pagan en silencio como si el miedo
de poder reclamar y pedir una rebajita se esfumara, donde el poder de humillar se pierde,
El miedo a quedar en vergüenza ante las personas que
observan , dominadas también por el poderoso capitalismo o simplemente el
querer quedar bien delante de todos ,
pero de algo estoy segura que muchas veces fuiste el protagonista principal de
pasar por esto.
No digo, que no compres en los supermercados pero eso si
recuerda el esfuerzo que realizan las personas para brindarte esos alimentos que
quizá no vengan con envolturas simpáticas, pero ahora antes de pedir tu ‘‘yapita’’ piénsalo bien.