“Desperté
porque sentí una patada brusca de una señora que me arreaba fuera de la puerta
de su negocio que estaba por abrir. Me levanté y me fui confundido y sin
entender qué había hecho para recibir un trato tan despectivo. Aún un poco
congelado por la helada de la noche empecé a caminar sin rumbo. Veo a la gente
apurada y corriendo, algunos me empujaban, otros me veían con asco pues, debo
admitir, estoy sucio y hasta un poco maloliente, pero no porque yo quiera. Hace
un par de días una señora muy malhumorada me echó un balde de agua verdosa
mientras me pegaba con un periódico enrollado, solo porque me quedé mirando a
través de la ventana de su restaurante la comida que servían; no me culpen, ese
día sólo había comido un pedazo, más bien un hueso de pollo, que me encontré
por la calle. En fin, ya estoy acostumbrado a que me boten. Pero no lo
entiendo, no le hice nada malo a nadie, yo no les ladro, nunca en mi vida mordí
nadie, no suelo pelearme con otros perros que me molestan en la calle, apenas
soy un cachorro. Como yo, existen muchos perritos que fueron botados de su
casa, incluso otros que nacieron en la misma calle y su casa es toda la ciudad,
otros que escaparon por sí solos de algún dueño abusivo que experimentaba con
ellos y los maltrataba. Me pregunto si existirá alguien que aún pueda quererme,
no pido mucho, ya aprendí a sobrevivir con poquita comida, ya me acostumbré a
no recibir caricias y a que nadie juegue conmigo. Solo pido cariño, un espacio
no tan grande donde dormir y que no haga frío, alguien a quien recibir y
moverle la cola cada vez que llegue a casa, comida que no esté podrida ni sucia
por haber estado en la basura. Pido que alguien, alguna vez pasando por la
calle me vea, así medio sucio, estirado en alguna plaza y que la nobleza de su ser
alcance para que se acerque a mí, y decida llevarme a su casa y adoptarme, en
su vida y en su corazón.”